domingo, 17 de enero de 2016

Petimetres, hipsters del siglo XVIII



El mundo del moderneo ha sido una constante histórica. De siempre. De toda la vida.  Y os lo digo yo, que estoy bebiendo un té de vainilla con leche en una copa de cristalería de los años 20 (que es donde bebo normalmente cuando estoy en casa).

Con esto quiero decir que la subcultura hipster no es algo que ha surgido de ahora. En el siglo XIX ya existían gafapastas pero, claro, no se llamaban a sí mismos “gafapastas”. Eran los petimetres, la cultura underground del momento allá por finales del siglo XVIII y principios del XIX.

Pero primero veamos qué es un hipster, sólo para cubrirnos las espaldas en el caso de que hayas estado viviendo debajo de una piedra. Vamos a recurrir al templo del saber que es Wikipedia:

La cultura hipster es una subcultura de jóvenes bohemios de clase media-alta que se establecen por lo general en barrios que experimentan procesos de gentrificación. Se asocian a tendencias musicales indie y alternativas, a una moda alejada de las corrientes predominantes, basados más en lo independiente (que incluye artículos vintage), a posiciones políticas progresistas (de izquierdas), al consumo de alimentos orgánicos y productos artesanales y ropa de segunda mano. Se caracteriza por una sensibilidad variada, alejada de las corrientes culturales predominantes (mainstream) y afín a estilos de vida alternativos.

Y añado: además llevan barbas y gafas de pasta (disponibles con y sin cristales).

Gracias al PP tu cuñado supo de una vez lo que era un "jister d'esos"

Pero resumiendo: son personajes con un buen nivel cultural y adquisitivo, cercanos a posturas políticas que rompen con lo tradicional, alejándose de posturas mainstream. Y eso mismo son los petimetres, pero obsesionados con la Francia de la Ilustración.

Era la Ilustración, estaba de moda todo eso de hablar francés, vestir a la francesa y, en general, absorber toda la estética francesa que pudieras. Sin reflexionar, sin sentido crítico. Cuanta más amalgama de cosas francesas, mejor. Y si la mezclabas con costumbres autóctonas, aunque fuera como mezclar agua y aceite, miel sobre hojuelas.

Los petimetres eran personajes patéticos, que exageraban sus costumbres de forma ridícula en una obsesión de diferenciarse de los demás. Estaban mal vistos por dos razones: la primera, entre sus conciudadanos, por ser personas ociosas que destinaban sus esfuerzos a adoptar costumbres foráneas. La segunda, entre los franceses de verdad, por ser estereotipos forzados, reflejos imperfectos de lo que ellos representaban.


¿Diderot? a mi me gustaba más antes de que escribiera la Enciclopedia y se volviera comercial

Pero los petimetres eran felices siendo odiados por todos, en su especie de Síndrome de Estocolmo cultural. Ahí estaban Diderot, con D’Alambert, con Montesquieu y con Voltaire (con Napoleón no, que esto es antes de todo el follón que montó el corso). Se perfumaban y se acicalaban de formas ostentosas según lo que ellos creían que era la moda francesa. Imitaban las vestimentas de la aristocracia francesa y la “perfeccionaban” para hacerla más espectacular y ostentosa.

Tal era la atención que llamaban en la sociedad que numerosos escritores incorporaron al petimetre como personaje de sus novelas, como ocurre en “Los eruditos a la violeta”, con “curso completo de todas las ciencias, dividido en siete lecciones, para los siete días de la semana, publicado en obsequio de los que pretenden saber mucho estudiando poco” como subtítulo largo tan acostumbrado en la época. En esa breve obra, José Cadalso critica y se ríe abiertamente de la erudición “por postureo”. No en vano, el perfume de violetas era el preferido por los petimetres.

¿Que pogqué ahoga como flogues? ¡porque me han dicho que ahoga en Fgancia es vegano!
Siento haber tenido que hacer este chiste. Me ha obligado el lobby vegano.

De la misma forma que el gafapasta tiene al cani como antítesis cultural natural, el petimetre tenía el suyo: el castizo “manolo”. Personas zafias, primitivas y de baja extracción, que no comprendían la importancia de las modas innovadoras y del progreso. Personas que, de haber existido en esa época, habrían hecho cola encantado para ver la próxima película de Dwayne Johnson en la que la mitad del guión son explosiones.

Por todo ello, los hipster no han inventado nada. Lo de proponer una contracultura pedante es algo totalmente mainstream.

Y si no, que se lo pregunten a los dandys del siglo XIX.

No hay comentarios:

Publicar un comentario